El arte ha muerto

Llegaba Josué André con sus padres al trabajo de ellos ya que era verano. Allí pasaba mucho tiempo en la oficina de su madre, aunque con el pasar del tiempo fue descubriendo un poco más las instalaciones. Le preguntaba a su mama, la única persona además de su hermano que le dirigía la palabra, qué había más allá de la oficina. La madre le contesto a medias, pero lo suficiente como para despertar la curiosidad del joven. Josué tenía 15 años, por lo que quedarse sin cuestionarse lo que le decían no era lo que hacía. Un día se zafó de la oficina de su madre hasta que encontró el estudio de grabación del canal de televisión donde laboraban. Allí vio los focos de iluminación, las cámaras, la escenografía del noticiario, entre otros elementos que lo enamoraron. Estuvo como media hora haciendo el rol de ancla de noticias, soñando que alguna vez, allí fuera su trabajo. Regresó a la oficina donde su madre culminaba su turno de trabajo y fueron a la casa. Les comentó a sus padres que le estaba llamando la atención lo de la TV, pero ambos le dijeron que ni lo pensara. Josué André le comentó a su hermano, quien lo alentó a que hiciera lo que el creyera correcto hacer. Esa noche, Josué se fue a dormir con muchas incomodidades y deseos dentro de sí.
            Josué estaba ansioso porque comenzaran las clases para ocupar su mente y no estar rodeado siempre de su núcleo familiar. El primer día de clases, pasaron los papeles de las clases electivas, y se apuntó en teatro ya que quería una clase fácil para sacar A. Paso el tiempo y luego de 3 meses, se maravilló de lo que el teatro le ofrecía. Y así mismo fue, pensó que sus padres no lo apoyarían en una carrera dentro de la TV, pero en teatro sí.  Sin embargo, prefirió no decirles. Caminó por el centro urbano de Mayagüez hasta que encontró un teatro donde estaban recibiendo actores para una nueva temporada. Habló con el director del teatro y rápidamente lo aceptaron, e incluso le encomendaron dos personajes protagónicos como parte de su primera experiencia. Al pasar de seis años adquirió una experiencia increíble, ya que se presentó en distintos teatros alrededor de la Isla. Pero en una de las presentaciones que tuvo en el Teatro Taboas en Manatí, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de su director y productor. Ellos estaban utilizando el talento de Josué para explotarlo y sacarle gran provecho lucrativo pagándole a él como actor una miseria como para todo el trabajo que se estaba llevando a cabo. Josué y su director tuvieron múltiples discusiones a partir de esa noche en la que lo dejaron a pie en Manatí. Finalmente, luego de una discusión que tuvieron al finalizar un ensayo, Josué André entendió lo que verdaderamente era el arte y que en nada se debía comparar o asimilar con el dinero y lo que le estaban haciendo por lo que decidió marcharse de allí y abandonar ese ambiente tan negativo para él y su arte.
            En efecto, emprendió un nuevo camino, en el cual era solo él y su talento. Volvió a empezar de cero, y fue tocando distintas puertas que luego le cerraban porque le decían que su talento no lo era todo ya que buscaban personas que tuvieran estudios dramáticos, a pesar de que nunca le permitieron pasar a una audición para evaluarlo. Luego averiguó que el gobierno y la alta jerarquía del arte de Puerto Rico, quería actores colegiados lo que puede tener manifestación económica para estas administraciones. Josué se sintió entristecido ya que la visión que él tenía del arte no era una de negocios, sino una de libertad, de mensaje, de labor social, entre otros elementos imprescindibles para el alma y la comunidad.
            Esto no fue una razón que le hiciera dejar de creer en sus sueños. Al escuchar todos los comentarios de que el arte se quedaba en el área metropolitana de la Isla, de que el público prefería viajar que quedarse y apoyar el teatro de su región, pues se lanzó a hacer teatro callejero para llegarle a la gente. Estuvo así por el área de Mayagüez y pueblos limítrofes presentándose y recibiendo un poco de apoyo por aquellas personas que sí valoraban y admiraban su talento, por alrededor de seis meses. Aproximadamente al quinto mes, un fiel espectador se le acerca y le dice algo que dejo a Josué reflexivo. Lo que le dijo el viejo Moncho al talentoso actor era que el jóven tenía cáncer. Josué no podía creer que le dijeran que tenía cáncer, pero lo tomó un poco con tranquilidad sin hacer mucho caso y siguió su agenda. Ese último mes, las personas comenzaron a ausentarse a las presentaciones. Josué se sentía emocional y físicamente mal, se sentía enfermo, desganado y sin rumbo. En la última noche, la única persona que quedaba entre todo el espacio del publico era Moncho quien aplaudía vagamente como si estuviese enfermo también. Luego, Moncho dejo de asistir a los ensayos de Josué y su próxima temporada, esto alarmó al actor quien estuvo buscando a su fanático por cinco días hasta que se topó con la noticia de que había muerto. Esta información puso muy mal a Josué André, que hasta tuvo que ser ingresado al hospital donde le reafirmaron el diagnóstico de cáncer. Estuvo hospitalizado el joven de 22 años por 2 semanas, y cercano a comenzar la tercera murió con libreto en mano.
            En esta escena del hospital y la muerte de Josué André, baja la intensidad de las luces, lo último que vemos es el contacto entre la mano del actor y el libreto, hasta que el telón cierra. El público que se encontraba frente al escenario viendo esta obra, comienzan a murmurar, hasta que aparece un hombre de alrededor de 25 años frente al telón y dice:
·       “Buenas noches, querido público. Gracias por estar aquí presente y permanecer hasta este momento. Vemos la historia de este joven que lleva el arte dentro de él. Vemos a este joven que representa el arte y todas las trabas que le ponen en nuestro País. Ustedes que siguen aquí, son ese Moncho que valora el verdadero significado y propósito del arte. Y ese cáncer es todo un sistema burocrático, intereses económicos, intereses de publicidad, que mata a todo arte genuino y especial. Pero a pesar de todo, y a pesar de nada, yo sigo aquí, yo creo en el arte, y creo que juntos debemos llevar el arte de frente a nosotros por nuestra patria. En fin, para mí fue un placer y un honor tenerlos a todos ustedes aquí y haber montado esta pieza para ustedes. Espero verlos pronto, les deja Josué André.”
            El director de la obra, al terminar su mensaje, se escurre detrás del telón y desaparece. Las luces del público se encienden y se pueden identificar personas vestidas de negro, unos otros estaban llorando, pocos tenían rosarios entre sus manos, veían velones y una señora entre las sillas anunciaba que el sacerdote estaba por llegar. Al salir del teatro, se lee arriba de las puertas del teatro el estreno de la obra: “El arte ha muerto”.


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